En este tiempo de pandemia imagino que varios hemos estado releyendo viejas lecturas, en mi caso reencontré entre otros, un libro de obras completas de Oscar Wilde. En él una oración me hizo clic.
“… influir sobre una persona es transmitirle nuestra propia alma…” y es cierto.
Cuando estamos al frente de nuestros alumnos somos más que instructores de artes marciales que reiteran una serie de ejercicios en pos de un programa y objetivo determinado. Estamos en una posición en que queriéndolo o no, influimos -en una medida por mi desconocida- en el desarrollo de quienes son alumnos, al ser deber nuestro, no sólo entregarles conocimientos marciales (que ojalá puedan servirles en algún momento de apremio en el futuro) sino formar personas con valores.
Valores que en su mayoría se inculcan durante la práctica, como por ejemplo: la cortesía, al saludar al inicio y terminó de la clase; respeto, al mantener silencio mientras se explica algún ejercicio; serenidad, al reiterar que se debe controlar los impulsos ante conflictos o dificultades y meditar sobre nuestras posibles respuestas; y como ellos tantos otros.
En fin, estamos en posición de influir en otros y eso es tanto o más importante que las técnicas que podremos enseñar, pues una conversación, un ejemplo, un consejo durará más que lo pulcro que puedan hacer un determinado movimiento. Y en eso debemos ser doblemente cuidadosos. Ese es nuestro deber ante todo.
Con cariño, Paolo