En nuestras hermosas disciplinas el entrenamiento constante y reiterativo es fundamental. Los alumnos avanzados lo saben, los nuevos aún no lo asimilan pero con algo de tiempo lo comprenderán. Con el entrenamiento nos sometemos en búsqueda del trabajo arduo, de la constancia, a sobreponerse al cansancio y así una parte del día la disponemos para encontrarnos con nosotros, y eso es lo que marca la diferencia.
Cuando trabajamos rigurosamente es porque tenemos la voluntad para ello, y pese a que tal vez el tiempo del que disponemos sea escaso, igualmente lo distribuimos con esa finalidad.
Con ello, no sólo entrenamos nuestro cuerpo sino que también entrenamos nuestra mente. Entrenar nuestros cuerpos es difícil, sin embargo, entrenar nuestras mentes lo es aún más, dado que abstraernos y concentrarnos aunque sea por un lapso breve de tiempo, no es fácil. Lo sorprendente es que a medida que lo logramos, nos sentimos mejor y mucho más comprometidos con nosotros.
CUANDO LOGRAMOS ENTRENAR Y EDUCAR NUESTRA MENTE, SUPERAMOS EL CANSANCIO FÍSICO, PORQUE ES ELLA QUIEN FIJA NUESTROS LÍMITES. Así lo vemos con nuestros maestros, quienes teniendo más edad, trabajando a la par de nosotros, su experiencia y fortaleza mental son las que marcan la diferencia.
Las metas que nos proponemos pueden que tarden en llegar, pero cuando se trabaja de manera seria y constante, de forma reiterada, los frutos los podemos alcanzar. Y todo ello es lo que marca la diferencia.