El poder de la fuerza interior, Ki, es desarrollado a través de la meditación. El entrenamiento para la meditación consiste en ejercicios de respiración para el área central de nuestro cuerpo, Tan Jeon, localizada a dos pulgadas bajo el ombligo. Tan, significa energía y Jeon, Tierra o sea, la energía vital del planeta mismo. Este foco de energía es nuestro propio centro de gravedad por lo cual en tiempos remotos se le dio esta atribución mística y filosófica. Meditar significa la realización de la imperturbabilidad de nuestra naturaleza. Esta no debe ser desconcertada o agitada ya que somos parte de un todo buscando la paz, a través de un estado de completa integración con nosotros y todo aquello que nos rodea dejando atrás lo negativo que ahoga nuestro avance espiritual hacia la búsqueda de la perfección.
La respiración profunda y lenta tiene un efecto tranquilizante sobre el ser humano. Esta produce la sensación de paz y quietud logrando alcanzar un estado de vacío absoluto donde no hay nada que nos separe del todo, unificándonos al universo dejando todo aquello que no nos permite avanzar al siguiente nivel espiritual. Inhalando la energía que fortalece nuestro ser interior que en esencia es vida, principio y perpetuidad de la fuerza creadora.
Para alcanzar esta unificación debemos estar sentados cómodamente con las piernas cruzadas en dirección a donde sale el sol, espalda recta, ojos cerrados, manos sobre las piernas. Inhalamos por la nariz durante cinco segundos, llevando el aire a lo más profundo del área Tan Jeon, nuestro propio centro de energía, donde lo dejamos por cinco segundos más antes de exhalarlo por seis segundos a través de los dientes. Mientras que mentalmente nos enfocamos en un punto que no distinguimos, no conocemos ni imaginamos. Este ejercicio se trabaja en un ciclo de cinco repeticiones. La exhalación no debe ser escuchada. Esto inconscientemente nos ayudará a administrar y canalizar eficazmente nuestros recursos de oxigenación mientras nos permite experimentar la unidad que debe existir entre todo ser viviente, pues nos une la creación misma, además del favorable estado de tranquilidad antes y después del entrenamiento. El Ki será desarrollado en armonía con el Do a través de la persistencia, recordando que no hay nada imposible para una mente deseosa.
Todo esto nos ayuda a eliminar las tensiones del día, liberando a nuestro espíritu de cualquier situación que nos impida progresar en la práctica. Además, desarrollamos el control respiratorio y mejoramos nuestra salud, tanto física como mental. Esto es a consecuencia de la visualización mental y la irrigación sanguínea producida por los diferentes tipos de respiración.